jueves, 9 de agosto de 2012

El otro yo (el otro mundo)



Erase un árbol en la cima de una colina cobijado por los astros nocturnos y sobres sus raíces un oleo azul diluido en trementina dentro de un fresquito de vidrio, tratando de hacerse el uno con el otro, el otro mundo.  Un fruto cualquiera del manzano o mango calló excretado y el frasquito, sin regar onza alguna, lo recibió destapado en su boca como abrazándolo, pero poco después el peso de la naranja rompió el frasco, regando el tinte azul en las secas hojas de otoño y a pesar se ser un frío invierno, la luz de las estrellas encendió aquel fluido graso y ardió hasta consumir toda la madera del árbol, haciendo al uno con el otro en un nuevo elemento como transmutados, el otro mundo.

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