miércoles, 27 de febrero de 2013

Hoy


Mis pulmones se deshacen a la voluntad de una ignorancia suicida, una que elige serlo por simple sebo de la mala muerte. Pero la buena muerte, eso que al amor hace misterio y del misterio pasión, me arrastra a la vida en lo que creo que es masoquismo. Hoy si estoy muriendo y luego quizá nazca en un cuerpo de luz inmortal, un fragmento de Dios.
-Ah- exclamo triste y sonriente -será ver Los Simpsons en la tv para aplazar la lucha-
Escrito por Simón Ricaurte Restrepo

sábado, 15 de diciembre de 2012

Tercera o quinta

Me mira, me canso del silencio y de un golpe estoy de pie dando un paso que falta para estar a su lado. Digo cualquier cosa ya que nada he pensado para decir que quiera yo decir aunque sé que le gusta oir y como le gusta oírlo, un susurro basta.  Si, la conozco, de otras veinte noches o quizá mas; he visto su vista en mí distinta e indistinta a su mirar habitual; Si, suelo observarla, sus manos en mis hombros jamás se han sentido vacías de afecto; Si, he confundido su sonrisa por camelo como en la canción, y si, quisiera que sonara por casualidad.

Pero es la cara de la soledad que acompaña al silencio de mi ser, la que en celos estalla y hace en mi cabeza su escándalo para llevarme de nuevo a mi lugar. La miro con cariño y concluyo las palabras que eran para ella, siento un desaire muy adentro en mi vientre expandirse hacia la cabeza y los hombros, creo sentir que ella siente lo mismo; jamás ella vendrá por mí ni me detendrá al dar el paso atrás.  Y así, la tecera o quita vez en que no logro reconocer si el supuesto miedo es en verdad dulce masoquismo.
Quizá aún quiera más.
Escrito por Simón Ricaurte Restrepo

martes, 23 de octubre de 2012

Detalles que me hacen inseguro

La vida, y el deseo de estar con ella va, viene, y nunca hace presencia los domingos.
La vida, la batalla entre cómo debo habitarla y los sueños nublados por la ambición impregna en las calles de cualquier ciudad.
La vida, la responsabilidad que creo tener hacia el mundo, y yo, lo único que debería importarme.
La vida y el amor que no sé a quien compartir, o cómo detener el tiempo en un beso o una noche.
La vida, el deseo de una comunidad de rayos solares en medio de un bosque, la luna y su esfuerzo por no ser opacada en las noches.
La vida, el tímido calor que siento en el pecho cuando canto, el cosquilleo en los dedos cuando escribo, las ganas de llorar al cantar lo que escribo.
La vida y yo y cada instante tras otro como en un eterno film.
La vida, el miedo a perder la cordura entre los escombros sangrantes y los maníacos que marchan a responder como esclavos, la condena de consumir y destruir, la condena de ver mi tierra medio muerta morir.
La vida y la opción de estar o no en ella, la vida y ese morbo de seguir solo para ver que pasa luego.
La vida y ese estúpido corazón azotándose en su cárcel de hueso, y sus compañeros torturados por ese humo que da vida.
Esta vida y la marihuana, que sin ella no es tan viva.
Esta vida de la que no encuentro razones pero si motivos, y aunque algunos muy banales, me mantienen vivo.
Escrito por Simón Ricaurte Restrepo

miércoles, 10 de octubre de 2012

,.

Eramos ella y yo solos allí en el silencio entre todo, todos y más cosas. Dolor a gritos por los relámpagos del fuerte granizo; los histéricos, su plomo y sus carbones marchando sobre y bajo la plaza; el gran rey del cielo vigilando desde una gran casa tétrica; mi guitarra que acaricio cundo no miro sus ojos, y a pesar de ello eramos ella y yo solos allí en el silencio.

jueves, 9 de agosto de 2012

El otro yo (el otro mundo)



Erase un árbol en la cima de una colina cobijado por los astros nocturnos y sobres sus raíces un oleo azul diluido en trementina dentro de un fresquito de vidrio, tratando de hacerse el uno con el otro, el otro mundo.  Un fruto cualquiera del manzano o mango calló excretado y el frasquito, sin regar onza alguna, lo recibió destapado en su boca como abrazándolo, pero poco después el peso de la naranja rompió el frasco, regando el tinte azul en las secas hojas de otoño y a pesar se ser un frío invierno, la luz de las estrellas encendió aquel fluido graso y ardió hasta consumir toda la madera del árbol, haciendo al uno con el otro en un nuevo elemento como transmutados, el otro mundo.